Alcala de los Gazules
Alcalá de los Gazules es una población que se ubica en las estribaciones finales de la Sierra de Cádiz formando parte del Parque Natural de los Alcornocales y entre las poblaciones Gaditanas de Jerez de la Frontera y Los Barrios, formando parte del Ruta del Toro.
Su historia se remonta a lo más antiguo, El término de Alcalá ha estado habitado desde la Prehistoria, tal como atestiguan útiles de piedra del periodo achelense, segundo periodo del Paleolítico inferior, aparecidos en la zona de las Correderas y las Porquerizas. Otro yacimiento destacado es el conocido como “Laja de los Hierros”, también en la zona del Monte Abajo, datable en la Edad de Bronce. Se trata de una gran laja de piedra que sobresale en la ladera de un cerro donde se encuentran tallados multitud de grabados esquemáticos.
Son abundantes además en todo el término tumbas prehistóricas excavadas en la roca, como las del Cermeño o Mogea Escobar.
Son numerosos los vestigios que la cultura romana ha dejado en Alcalá, tales como los restos del puente romano en el río Barbate, los depósitos de la fuente de la Salada o el complejo hidráulico (castellum aquae) descubierto en c/ Alonso el Sabio, además de innumerables hallazgos dispersos en todo el término, como restos de calzadas, monedas o un sarcófago de plomo en el cortijo de Fraja. Su nombre lo obtuvo en la conquista musulmana cuando la localidad paso a llamarse Castillo de lo Gazules.
El rey Fernando VI de Castilla se la cedió a Alfonso Fernández de Córdoba en el año 1310 a condición de que mantuviera la fortaleza para cuando el rey estuviera en guerra con los musulmanes, todo esto era porque este señor era un experto en defensor en de la frontera contra los musulmanes. Esta cesión fue completa y hereditaria por lo que paso a ser de su propiedad en ese momento Don Alfonso hizo más de alcalde de Alcalá más que propietario.
En 1639 Alcalá entra a formar parte del Ducado de Medinaceli.
Ya en 1788 el beneficiado Diego de Viera funda el Beaterio de Jesús, María y José, aún existente hoy día.
Durante la invasión napoleónica, el 10 de febrero de 1810 las tropas del General Latour Mabourg entran en Alcalá, dejando una guarnición de 200 dragones. El 2 de marzo, unos 500 hombres venidos de la Sierra entran en el pueblo y asesinan a 20 soldados franceses. La represalia no se hace esperar, pues el día 5 el general galo al frente de 2200 franceses arrasan el pueblo, asesinando a 10 civiles. El resto del año Alcalá se verá invadido varias veces por tropas de ambos bandos en busca de víveres y dinero.
El 14 agosto de 1812, las tropas de Villate abandonan Alcalá, quedando la zona libre definitivamente de los franceses.
Durante el siglo XIX, Alcalá vive un importante progreso, tanto en población, llegando prácticamente a 1000 habitantes, como en infraestructuras, tales como el cementerio y el matadero municipal, la construcción de la Alameda, adoquinado de calles, la traída de agua potable desde los Regajales o el telégrafo. Todo ello es tenido en cuenta por Alfonso XII, quien el 24 de junio de 1876 le concede el título de ciudad.
A comienzos del siglo XX, la población sigue creciendo y llega la luz eléctrica en 1908.
Al estallar la guerra civil, Alcalá apenas ofrece resistencia a los sublevados, que asesinan al alcalde republicano y varios concejales, además de un número indeterminado de vecinos.
Pasada la posguerra, se superan los 11000 habitantes, cifra que empieza a decrecer rápidamente a partir de 1960 debido a la emigración.
En 1984 el casco antiguo es declaro Conjunto Histórico-Artístico.